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El vino y la Música

Comparábamos antes los sentidos del olfato y del oído, y decíamos que la riqueza aromática de un vino solo puede compararse a la riqueza tímbrica de la orquesta. Esta síntesis enofilarmónica podrá ser considerada desconcertante, pero nunca exagerada.
Así, los aromas de los vinos evolucionan con la edad de esta manera: Los vinos jóvenes presentan aromas ligeros, de flores y frutas frescas, que con el tiempo se van transformando en aromas de fruta madura, compotada, seca… Posteriormente aparecen aromas más densos: especiados, de torrefacción, de flor seca, de hierbas aromáticas… Tras una larga guarda, aparecen aromas balsámicos (de naturaleza casi química), animales, de frutos secos, de flor marchita… Esta evolución es muy similar a la de la orquestación de la música clásica: Los vinos jóvenes tienen una orquestación barroca, con sonidos agudos, nítidos, contrastados, penetrantes… Prima la melodía sobre el efecto orquestal. Nos recuerdan los concerti grossi del barroco italiano. Con el tiempo, los vinos van ampliando el número y tipo de instrumentos de la orquesta, de forma que se gana en riqueza de matices; además, el contraste tímbrico de los instrumentos da paso a la fusión de los sonidos dentro del conjunto orquestal. Son los tiempos del clasicismo.

El vino llega a un momento de máxima intensidad y complejidad orquestal, que se corresponde con la música del romanticismo. Posteriormente, el vino empieza a declinar, su línea melódica queda desdibujada, a la vez que en la orquestación aparecen sonidos oscuros y un tanto siniestros, propios del postromanticismo, que se corresponden a los aromas balsámicos y animales. Los vinos que más nos gustan son los que adentrándose en los tiempos del postromanticismo mantienen el atractivo frutal y un carácter clásico; son los vinos bramhsianos…

Otra coincidencia la encontramos en el efecto de la copa sobre la percepción del vino, similar al que sala de conciertos ejerce sobre la música. La copa condiciona la intensidad aromática del vino y la percepción de sus matices. El cáliz, concavidad que contiene el líquido, es la parte que determina la acústica de la copa. En general, debe ser más grande para los tintos que para los blancos, y dentro de los tintos, para los de crianza que para los jóvenes, por la misma razón que la sala de conciertos para orquesta sinfónica debe ser mayor que la de orquesta de cámara.

Exagerando la comparación: la sala donde se toca jazz no debe tener reverberación; en cambio, el órgano suena mejor en grandes catedrales, en cuyos amplios espacios la música queda suspendida y despliega toda su expresividad.

Se puede incluso hablar de la “forma del aroma”, distinguiendo aromas agudos y aromas amplios o graves. Los aromas agudos serían los primarios, de alta frecuencia, directos y nítidos, que parecen desprenderse directamente de la superficie del líquido, y por tanto no necesitan una copa amplia. Los aromas de forma amplia, corresponderían a los sonidos de baja frecuencia y con muchos armónicos; son los propios de los vinos maduros con crianza en madera, brandys…, que necesitan de copa amplia, en cuyo cáliz acaban de formarse los aromas.

La música también es un fiel reflejo de la “armonía” de las sensaciones de boca. Así, los vinos sin suficiente acidez producen una sensación de “monotonía”, porque esta tiene en el vino la función que la disonancia tiene en la música: “La disonancia (…) es el dolce piccante de la Música, que actúa sobre el oído como una salsa en el paladar: es la acidez sin la cual, los sentidos del auditorio se empalagarían, como el apetito si solo se saciara con golosinas”, escribió Charles Burney. Y Adorno, hijo de un negociant y una soprano, afirma que “el tono de Mahler tiene el mismo sabor que la uvas de Riesling, de las que se dice que tienen mordiente”.

Desde luego, aunque las similitudes sean innegables, no vamos a ocultar las diferencias que hay entre la música y el vino, y en general las bebidas alcohólicas. Basta recordar la cita que abría esta hoja y pensar en el dudoso carácter de “cosa de hombres” que siempre han tenido los brandys…
Fuente: http://www.vinojoya.com/temas43hvm.htm

Yesica Flores

Soy Yes, blogger desde hace más de 5 años. Me he especializado en el viejo y olvidado arte de divagar