Relaciones SentimentalesVida y Estilo

LA MUJER DE TUS SUEÑOS INSTRUCCIONES PARA ENAMORARLA (FABIO FUSARO Y BOBBY VENTURA) – Estrategia cero

-El viernes que viene salimos con mi prima y dos amigas –me anunció mi amigo Claudio un miércoles.
-¿Está buena tu prima? –le pregunté, como asumiendo que era la que me tocaría en suerte.
Claudio comenzó a elaborar lentamente una respuesta.
-Dejá, está bien –le dije, cortando sus explicaciones antes de que empezara a emitirlas.
Si la prima hubiese sido de nuestro estilo, (digo nuestro, porque a Claudio y a mí siempre nos gustó el mismo tipo de mina) me hubiera dicho “Está bárbara” sin hacer ninguna pausa.
-Y las amigas, ¿qué onda? –fue mi siguiente pregunta obvia.
-Ni idea. Le pedí que nos habilite alguna amiga y me llamó para salir el viernes con una tal Inés y una Lorena, que según dice es modelo.
-A la mierda… Bien… Pero ¿somos dos tipos y tres minas?
-No, también viene Perkinson.
Perkinson era un amigo de Claudio con el que yo tenía bastante poca relación, pero que era un cago de risa.
Llegando el viernes, nos trepamos los tres al Chevy Malibú verde de Claudio y comenzamos la recorrida en busca de las damiselas.
La primera en ser recogida (“recogida” todo junto), fue obviamente la prima de Claudio. Divina la chica. Pero como ya se esperaba, era simplemente la típica prima que sólo viene bien para presentarle amigas a vos y a tus cómplices. En realidad estaba buena, pero distaba de ser nuestro estilo.
Una vez sentada la fuente habilitante de mujeres en el asiento trasero, nos dirigimos hacia la casa de la modelo. Medía como dos metros quince y era algo más flaca que Olivia, la novia de Popeye. Dios mío. Si esa era la modelo, qué quedaba para la última…
La que faltaba vivía en la loma del orto. Agarramos por cada calle para llegar a esa casa que si me bajaban del auto por ahí y tenía que volverme solo, todavía estoy dando vueltas.
Finalmente llegamos al domicilio de Inés. Estaba sentada en la puerta de calle con su familia tomando mate (sí, leyeron bien, sentada en la calle con su familia tomando mate).
Al vernos llegar se levantó y comenzó a despedirse de sus compañeros de ronda para subir al auto.
-Ahí está Inés –dijo la prima de Claudio.
Nosotros estábamos perplejos. Perkinson sólo atinó a decir “cagamos”. Era una bestia.
No se las voy a describir… Me da un poco de vergüenza… Más adelante les contaré porque, pero confíen en mi juicio: una bestia.
-Hola chicos –nos dijo al subir al auto.
-Hola –respondimos los tres al mismo tiempo, al estilo de Curly, Larry y Moe.
-¿A dónde vamos? –preguntó la prima de Claudio.
“A donde vayamos con esta mina nos vamos a tener que cagar a trompadas, así que mejor que vayamos a algún lugar en donde haya poca gente” pensamos los tres en simultáneo.
Para peor, se le había ocurrido pedirle la ropa prestada a la hermanita más chica o algo por el estilo.
En el camino paramos en una farmacia; me acuerdo que tenía que comprar no sé que boludez y cuando se bajó se empezó a juntar la gente.
-Vámonos a la mierda –le dije a mi amigo, que estaba serio como peludo en fábrica de charangos.
Fuimos a comer pizza a un lugar muy lindo y bastante desierto, en Olivos.
La mina, además de ser un infierno era macanuda. Nosotros teníamos veintitrés años y ella veinticinco. La pasamos realmente bien, salvo por lo nerviosos que nos puso al principio y sólo nos asaltaba la siguiente duda: ¿Qué carajo estaba haciendo esa mina ahí, comiendo pizza con nosotros, en lugar de estar en un yate con algún millonario al estilo de Robert Redford en “Propuesta Indecente”?
La cuestión es que la pasamos bárbaro, pero ni en pedo a ninguno se le cruzó por la cabeza la posibilidad de soñar siquiera con ningún tipo de acercamiento amoroso con esa señorita. No estaba a nuestro alcance ni por casualidad.
A partir de esa noche, las visitas de Claudio a la casa de su prima en horarios en donde podía encontrar a Inés, se hicieron más frecuentes.
Al otro día, con una cara de pajero terrible, venía y me contaba:
-Ayer la vi. Estaba con un yogging azul, una remera musculosa y una vinchita… Cuando entré estaba leyendo una revista y cuando me acerqué para saludarla, levantó la vista, me miró y me dijo “Hola Claudio”.
El boludo me lo contaba como si la mina lo hubiera invitado a un telo.
Algunas tardes se juntaban con más amigos y hasta por ahí salían a tomar algo en grupo.
Claudio seguía viéndola como “Inés la inalcanzable”, razón por la cual no le demostraba el más mínimo interés.
Se casaron en mayo del 96.
¿Qué pasó?
Pasó que una tarde, mientras estaban tomando un café como amigos, Inés le preguntó:
-¿Qué hacés después?
-Tengo que ir a comer ravioles con el Cholo (El Cholo es el padre) –respondió Claudio.
La mató.
La mina quedó totalmente enamorada y a partir de ese momento fue ella la que hizo el laburo para levantárselo a él.
Si lo de los ravioles hubiera sido una estrategia de mi amigo para impactarla, podríamos decir que estamos en presencia de un verdadero genio.
Pero no. Le salió de pedo.
Pero el desenlace final fue el resultado de diversas acciones, que si bien no fueron premeditadas por él, existieron de todas formas. A saber:
Cuando no la llamó por teléfono al otro día de la primera salida.
Fue absolutamente distinto al resto de los tipos que se la quisieron atracar a la media hora de conocerla.
Fue siempre él mismo. Actuó siempre con naturalidad.
Cuando ella comenzó a demostrarle que tenía onda, no se le abalanzó como un potranco alzado.
Y la estocada final: ella era una mina muy familiera, y él en determinado momento, priorizó los ravioles que había prometido compartir con su padre, ante cualquier otro posible programa.
Espero que ahora entiendan por qué evité realizar una descripción detallada sobre las virtudes físicas de Inés, la esposa de mi amigo, al comienzo de este capítulo.
Aunque hace como un año que edité mi primer libro y la turra todavía va por la página diecinueve, éste algún día lo va a leer… Y que se yo… Me da cosa…
¡Hola Inés!

Yesica Flores

Soy Yes, blogger desde hace más de 5 años. Me he especializado en el viejo y olvidado arte de divagar

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