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MASAJES: ESPALDA

Según los yoguis de la India y el Tíbet, nuestra condición psíquica y espiritual depende, más que de ninguna otra parte del cuerpo, del estado de la columna vertebral. Me inclino a creer que esto es cierto por una serie de razones; una de ellas, y no la menos importante, es la profunda sensación de liberación que siente la mayoría de nosotros cuando recibe un adecuado y minucioso masaje a la espalda. A causa de su importancia y de su tamaño, le sugiero que emplee en ella más tiempo que en ninguna otra parte del cuerpo.

Comience con el toque básico que, en este caso, tiene la ventaja de que puede ser aplicado en ambas direcciones.

Si trabaja sobre una mesa, sitúese junto a la cabecera. Si lo hace en el suelo, tiene dos posibilidades. Una es sentarse o arrodillarse junto a la cabeza de la persona y trabajar de la misma manera que en la mesa. La otra consiste en instalarse en cuclillas sobre los muslos de la persona.

He aquí la primera forma. De pie o sentado frente a la cabeza, coloque las palmas de las manos sobre la parte superior de la espalda con los dedos apuntando hacia la columna, haciendo que lleguen justo al lado de ella, sin cubrirla; como muchos de los toques de la espalda, resulta menos grato si los dedos se apoyan sobre la espina dorsal.

Deslice las manos hacia abajo todo lo largo de la espalda. Mantenga una presión firme, inclinándose hacia adelante para usar, dentro de lo posible, el peso de su cuerpo. Ejerza mayor presión todavía con las puntas de los dedos cuando palpen un pequeño surco a los lados de la columna. Procure que lo sigan sin disminuir la presión.

Separe las manos cuando se agache, al borde inferior de la columna, conduciéndolo, hacia los lados hasta tocar la mesa. Luego lentamente llévelas por los costados del torso hacia los hombros. Hágalo con fuerza, casi como si quisiera arrastrar el cuerpo de la persona; Antes de llegar a las axilas, deslice las manos hacia arriba hasta que se sitúen en la posición inicial, listas para repetir el toque.

Una variación posible consiste encubrir las nalgas con las manos antes de llevarlas a los costados. En general, es una buena idea incluir las nalgas cuando se masajea la espalda.
Si está trabajando en el suelo y está en cuclillas sobre los muslos de la persona, comience con las manos colocadas sobre la parte inferior de la espalda, con los extremos de los dedos apuntando hacia la columna. Lleve las manos hacia arriba por la espalda, y sepárelas al llegar a la parte superior, de modo que cubran los omóplatos y bajen hacia la mesa para retornar por los costados. Mejor aún, haga que sus dedos sigan el contorno de los omóplatos cuando separe las manos. Ejerza mayor presión con las puntas de los dedos y encontrará un surco que puede seguir desde la columna hasta los mismos hombros.
Aplique el toque básico entre cuatro y seis veces y repítalo todas las veces que quiera entre los otros toques.

Ahora aplique la frotación alternada tal como lo hizo al trabajar el pecho y el abdomen. Colóquese a un costado de la mesa e inclinándose un poco, masajee el lado opuesto. (Si está instalado en el suelo, encuclillado sobre los muslos, puede aplicar este toque desde donde se encuentra. Basta que se incline un poco a la derecha cuando trabaje el lado izquierdo, y viceversa.)

Comience donde termina el muslo, desplácese hacia la axila y vuelva al punto inicial.
Imprima a sus manos un movimiento de frotación hacia arriba, manteniendo los dedos en dirección opuesta. Trate de alcanzar un ritmo lento, alternando las manos de manera que cada nueva frotación comience cuando la anterior esté a: punto de terminar.

Trabaje a ambos lados del torso, una vez de ida y otra de vuelta.
Nos trasladamos a la parte superior de la espalda, otra zona que con frecuencia concentra mucha tensión. Amase los músculos que, formando una curva, van desde el cuello a los hombros. Trabájelos suavemente entre el pulgar y los demás dedos. Masajee ambos lados al mismo tiempo.

Situado frente a la cabeza y ligeramente inclinado hacia adelante, aplique sobre la parte superior de la espalda una frotación en dirección a los pies, con movimientos rápidos y alternados de los pulgares. No cubra ni la columna ni los omóplatos mismos. Concéntrese primero en los músculos ubicados más arriba de estos últimos, y luego en los que se hallan entre ellos y la columna.

El “tirabuzón”, fácil una vez que se adquiere cierta destreza.
Sitúese a un lado de la mesa y coloque la mano derecha sobre el hombro derecho y la izquierda sobre el izquierdo, de suerte que los dedos de ambas manos apunten hacia la mesa.

Lentamente dirija los talones de ambas manos hacia la columna, comprimiendo con fuerza. Cuando estén a punto de encontrarse, hágalos girar en 180° de manera que los dedos apunten en la dirección contraria. Manteniendo el mismo ritmo todo el tiempo, la izquierda se dirige hacia el lado derecho y la derecha hacia el izquierdo; los antebrazos se cruzarán al pasar sobre la columna.

Continúe el desplazamiento de las manos sobre la espalda hasta que las puntas de los dedos hayan llegado simultáneamente a la mesa. Al mismo tiempo, lleve ambas manos un poco hacia abajo por la espalda (en dirección a los pies), de manera que la mano derecha encuentre la superficie de la mesa próxima a la axila izquierda, y la mano izquierda haga otro tanto en el lado opuesto.

Un toque sencillo, pero de sutil efecto.
Siga la línea de la columna desde el cuello al cóccix con el índice y el cordial de una mano.

Comience donde el cuello se conecta a la base del cráneo, usando las puntas de los dedos. Ejerza una presión moderada moviéndolos muy lentamente. Deje que los dedos palpen la textura particular de cada una de las vértebras.
Eso es todo.

Termine con el toque siguiente.
Coloque la cara interna de los antebrazos sobre la espalda, a mitad de camino entre la parte superior de la columna y la inferior de las nalgas. Mantenga los antebrazos lo más próximos que pueda y levante las manos un poco hacia arriba y atrás, de manera que la piel del antebrazo se estire un poco. Luego separe los brazos comprimiendo con fuerza. Mantenga el movimiento con un ritmo uniforme hasta que uno de ellos haya alcanzado la parte superior de la espalda y el otro haya cruzado las nalgas. Levántelos, vuelva inmediatamente al centro de la espalda y repita el toque.

Después de pasar dos veces sobre la columna, inclínese un poco hacia adelante, baje los antebrazos, y aplique el mismo toque hacia el lado de la espalda opuesto al lugar en que usted se encuentra. En seguida, modifique su postura y aplique el mismo procedimiento sobre el lado más próximo de la espalda. Luego comience nuevamente desde el centro, pero esta vez trabaje en sentido diagonal, de suerte que mientras un antebrazo llega al hombro más próximo, el otro cruce sobre la nalga del lado opuesto. Concluya con un segundo toque diagonal, yendo hacia el hombro más distante ya la nalga más próxima.
Este es un toque estupendo. No puede terminar mejor su trabajo sobre la espalda.
Pida al sujeto que se coloque boca arriba para poder continuar con el masaje.

Yesica Flores

Soy Yes, blogger desde hace más de 5 años. Me he especializado en el viejo y olvidado arte de divagar

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