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Pensamiento Sistémico

El rasgo dominante, el punto fuerte del pensamiento sistémico y su mayor utilidad es que interpreta situaciones o procesos globales.
Las características más destacadas del pensamiento sistémico son:

Procede con visión global: No va de hecho en hecho, sino que analiza las situaciones en su globalidad. Se aleja para tomar perspectiva y trata de ver el cuadro en su conjunto. Los fallos del proceso, las quejas de los clientes, el absentismo de los empleados no son datos aislados, hay que verlos en el conjunto de la organización.

Capta interacciones: La visión global permite establecer nexos entre los elementos individuales.

Está atento a los procesos: Controla indicadores de tendencia, trata de ver si hay algún patrón indicativo, alguna pauta que se repite debajo de los hechos puntuales y de manera casi inconsciente.

Antes de tomar decisiones estudia las repercusiones de las mismas en el sistema, en el todo: Considera el corto plazo, pero también el medio y largo plazo. Sabe que las acciones agresivas pueden tener un efecto rebote en el sistema, que pueden volverse en su contra.

Asume la responsabilidad que le corresponde: Sabe que todos los elementos de un sistema se influyen entre sí y a su vez son influidos por el sistema. Por lo tanto como elemento de un sistema, sus actos no son separables de su posición en el mismo, pero tiene responsabilidades y un margen de actuación.

Potencia el trabajo en equipo: El todo es mayor que la suma de las partes. Trabajando en equipo se crean sinergias que enriquecen y facilitan el resultado y a cada uno de los miembros.

Los procesos más habituales en los sistemas son los denominados procesos de retroacción, también denominada retroalimentación o realimentación, es la traducción del término inglés feedback, que consiste en recibir la opinión de alguien sobre un comportamiento concreto.

Todos los elementos de un sistema están relacionados, de tal manera que la actuación de uno de ellos influye en los demás, que a su vez responden y afectan al elemento que actuó anteriormente.
Existen dos tipos fundamentales de retroacción:
1. Retroacción reforzadora: Refuerza o intensifica el efecto que se venía produciendo.
El resultado de la retroacción positiva puede ser:

De crecimiento: el sistema crece, se desarrolla, mejora.
Ejemplo: Imaginemos una empresa que ha desarrollado un nuevo producto. Si el producto es bueno, los clientes están satisfechos y hacen comentarios positivos sobre él, lo cual, a su vez, aumenta las ventas, y a su vez hace que la empresa invierta dinero y mejore la calidad del producto aún más, lo cual satisface más a los clientes, que hacen más comentarios positivos, etc.

De involución o deterioro: el sistema intensifica cada vez más un efecto negativo y se degrada cada vez más.
Ejemplo: Los ataques de pánico. Cuanto más pánico, más bloqueo, más descoordinación, más dificultad para resolver la situación y, consecuentemente, más pánico, que a su vez, produce más bloqueo, etc.

2. Retroacción compensadora: Tiende a compensar el efecto para mantener el equilibrio del sistema o su statu quo.

Ejemplo: Se pretende aumentar el sistema de control del trabajo y, por tanto, se crean unas hojas de tiempo. Una reacción táctica contra el poder de los “controladores” hace que las hojas se rellenen mal, se tarde mucho en rellenarlas, se esté continuamente preguntando cómo hacerlo, etc., lo cual aumenta el descontrol, es decir, produce el efecto contrario que se pretendía e invalida el método de control. Al final las hojas acaban desapareciendo y todo vuelve a la situación previa.

Yesica Flores

Soy Yes, blogger desde hace más de 5 años. Me he especializado en el viejo y olvidado arte de divagar