¿EN QUE CONSISTE LA DIETA DEL DR. ATKINS?*
1. ¿COMO HEMOS LLEGADO A ESTO?
¿No es asombroso como cualquier cambio en nuestra vida, al cabo de un cierto tiempo lo asumimos como “natural”? Yo aún recuerdo el asombro colectivo (todos haciendo corro
entre !Ohs¡ y ¡Ahs! ante el primer ordenador y la primera impresora en la oficina. Hoy en día nos parece “natural” que encima de cada mesa de cada oficina haya un ordenador…
Pero el mayor cambio que occidente ha sufrido en los últimos tiempos no ha sido el electrónico. Ha sido el cambio dietético. Hoy día nos parece “natural” comer como comemos, salvo cuando desembalamos algún alimento precocinado y decimos aquello de “Estos americanos… a saber que lleva ésto”, y nos lo comemos igual. Pues bien dejadme que os diga que lleva éso: azúcar. Hoy día todo parece llevar azúcar: comida precocinada, enlatada, salsas , pan, medicinas, pastas de dientes… No es necesario en absoluto que sepa a dulce. Ni siquiera de lejos. El azúcar siempre está ahí. Basta mirar la lista de ingredientes…
En el siglo XVIII el consumo medio de azúcar por persona y año, incluyendo la miel, no llegaba a los dos kilos. Hoy día es de más de 100 en algunos casos y de más de 70 en la mayoría… y eso sólo de azúcar. No hablemos de harinas refinadas, que entonces prácticamente no existían.
Esto no es “natural”. Nuestro cuerpo no está diseñado para ello. Ni siquiera es “natural” la pretendida alimentación “natural” que nos quieren vender…
El aumento desmedido en los últimos cien años de los Hidratos de Carbono (HC de ahora en adelante) en la dieta ha ido parejo del aumento de los ataques al corazón, infartos cerebrales y, por supuesto (y sobre todo), obesidad.
Sin embargo nadie parece querer ver éso. La culpa se le hecha a la grasa. Pensadlo un poco: grasa se ha comido desde hace unos dos millones de años… y los ataques al corazón eran desconocidos casi por completo. Se puede alegar que la gente tenía que correr tras el bicho para conseguir la grasa, que la cantidad total no era mucha, etc. Pero en los siglos pasados los reyes y demás comían carne y grasa todos los días y, diría yo, en todas las comidas. Ninguno murió de ataque al corazón o de obesidad. Sus clásicas enfermedades eran la gota, por exceso de grasas (que ningún exceso es bueno), y la hemofilia (por consanguineidad, pero eso es otra historia…).
Nuestro cuerpo está perfectamente preparado para vérselas con la grasa. Pero esa invasión de HC, eso es otra historia.
2. LA TEORÍA
En este punto, no me quiero enrollar demasiado. Los fundamentos científicos y bioquímicos de la dieta están maravillosamente explicados en los libros de Atkins. Tan sólo haré un pequeño resumen en honor de los que se acercan por primera vez a ésto de las “dietas bajas en Hidrados de Carbono . Si alguien encuentra alguna inexactitud, por favor, que me lo haga saber. Escribo de memoria, de lo que recuerdo del libro y si algún fallo, la culpa es exclusivamente mía.
Según Atkins y otros, el problema de la obesidad no está generado por el exceso de calorías. Mejor dicho: sí está generado por ingerir un exceso de calorías, pero este exceso no suele ser por culpa de una glotonería o “falta de voluntad” o “ser de buen comer” o cualquiera de los eufemismos habituales. Antes al contrario tiene causas bioquímicas y no mentales. Dicho de otra manera: Si eres gordo es por culpa de cómo utiliza tu cuerpo aquello que comes y de cómo tu propia cuerpo te impulsa a comer más de lo que necesita.
Hasta ahora la escuela “oficial” de dietética no contempla más allá de los cálculos estándar: Si la energía consumida es mayor que la energía ingerida entonces obesidad. Y de ahí no los sacas.
Todo aquello que vaya contra ésta sacrosanta fórmula es para ellos una dieta estrambótica, pasajera y potencialmente dañina.
Pero hay muchos indicios de que esto es incompleto. La teoría oficial no entra en el por qué hay personas que se ven compelidas a comer en exceso. Personas para las que nunca parece haber suficiente. Como explicación a ésto (y ¡ojo! que a los gordos nos va la vida en ello) Atkins propone que la obesidad está relacionada con el modo en que nuestro cuerpo metaboliza los azúcares y el mecanismo de la insulina:
La insulina es una hormona que se genera en el páncreas. El cuerpo la utiliza para mantener estable el nivel de glucosa en la sangre. Su misión, entre otras cosas, es hacer que las células del cuerpo admitan en su interior y procesen la glucosa que les llega con la sangre, con lo que ésta pasa de la sangre a las células. También tiene que ver con la transformación de la glucosa que no pueda ser almacenada en las célusas en grasas (triglicéridos, colesterol, etc) que luego se almacenan. Por último tiene también mucho que ver con los niveles de otra hormona, la serotonina, que es la responsable de emitir la sensación de saciedad. Según Atkins los obesos tenemos (y propone toda una serie de pruebas para comprobarlo por uno mismo) descompensado este mecanismo.
En una persona normal funciona así: Cuando desciende el nivel de azúcar en la sangre, sientes hambre. Entonces comes. La glucosa, es decir azúcar o alimentos capaces de transformarse rápidamente en glucosa -los HC-, pasa al torrente sanguíneo. El páncreas genera la cantidad de insulina necesaria para que dicha glucosa pase a las células y el nivel de insulina va decreciendo. A medida que decrece, se eleva el nivel de serotonina, con lo que se dispara la sensación de saciedad, se deja de comer y el cuerpo recupera su equilibrio.
En una persona obesa éste mecanismo está alterado y funciona, más o menos así: Cuando comes HC, la glucosa pasa al torrente sanguíneo. El páncreas genera una cantidad excesiva de insulina, lo que provoca una absorción excesiva por parte de las células de la glucosa que hay en la sangre y, por supuesto, la transformación de parte de la glucosa en grasas (Triglicéridos y colesteror) que luego es almacenada. Ésto hace que el nivel de glucosa en la sangre baje más de la cuenta, más incluso que antes de comer, y que al cabo de poco tiempo vuelvas a sentir necesidad de comer, en especial algo dulce. Si lo haces, el círculo vicioso vuelve a empezar. Este fenómeno de niveles inestables de glucosa en la sangre se denomina hipoglucemia. Atkins sostiene que los niveles estándar para diagnosticar la hipoglucemia han sido muy exagerados, y que el 75 y 80 % de los obesos padecen dicha enfermedad.
Existen, y Atkins aconseja a todo obeso que se los haga, una serie de test sanguíneos que determinan sin lugar a duda si eres o no hipoglucémico (curva de tolerancia a la glucosa de 4 horas, etc.). Pero al margen de lo que digan los test, también existe una sintomatología típica que incluye alguno o todos de los siguientes síntomas:
Preferencia absoluta por las comidas con HC (Dulces, bebidas con azúcar o el pan, las patatas, las pastas, el arroz, etc.)
Un bajón de energía después de haber comido. Bajones de energía durante el día.
Ansias repentinas de comer algo dulce
Necesidad de volver a comer al poco tiempo de haber comido hidratos…
Miedo, casi como el de un drogadicto, a que falte comida rica en HC (Se ha llegado a acuñar el término “Adicción a los Hidratos de Carbono” por algunos autores)
Necesidad de comer entre horas, especialmente dulces
Necesidad de comer por las noches…
…Y muchos más que ahora no recuerdo
Con el tiempo, además de en obesidad, ésta condición se transforma en un estado de resistencia a la insulina, es decir, ante la presencia continua de elevados niveles de insulina en la sangre
(hiperinsulinemia), el cuerpo parece ignorarla hasta cierto punto, lo que provoca que el páncreas genere aún más insulina para mantener el nivel de azúcar en sangre en límites tolerables. La culminación de todo esto es la diabetes. Atkins dice que un obeso, cuyos padres fuesen diabéticos, y que presente síntomas de hipoglucemia es, por definición, un pre-diabético.
La buena noticia es que se puede romper este círculo vicioso, tanto para combatir la obesidad, como para estabilizar los niveles de glucosa, colesterol y triglicéridos en la sangre. ¿Cómo? El Dr. Atkins propone una reducción drástica de la cantidad de HC.
3. LA DIETA
La dieta de Atkins tiene tres fases: La de inducción, la de pérdida progresiva y la de mantenimineto. Diferénciándose únicamente en la cantidad de hidratos que se ingieren.
LA FASE DE INDUCCIÓN:
Cuando uno come hidratos de carbono, el cuerpo los utiliza preferentemente a cualquier otra fuente de energía. Por tanto no puedes esperar quemar grasas almacenadas en presencia de dichos hidratos (a no ser que comas menos de los que tu cuerpo necesita, lo que significa pasar hambre…). Por eso la dieta comienza eliminando completamente los hidratos de carbono durante dos semanas (Eso de completamente se matizará después). Cuando suprimes éstos de la dieta, el cuerpo utiliza los que tiene almacenados en el hígado y los músculos en forma de glucógeno. La reserva de glucógeno no es muy grande, apenas tres o cuatro días como mucho. Pasado éste
tiempo, y en vista de que no se consumen más hidratos de carbono, el cuerpo segrega una serie de hormonas que provocan la puesta en marcha del sistema secundario de obtención de energía: la grasa almacenada. A partir de ahí, se empieza a adelgazar de verdad. Al descomponer la grasa, el cuerpo genera unas sustancias, que son las que se utilizan como combustible llamadas cuerpos cetónicos o cetonas. La presencia de éstas cetonas en la orina indican que estás quemando grasa, y es algo deseable en ésta dieta. (Ojo, no confundir la cetosis inducida por la dieta con la cetosis producida por otras causas. Hay una enfermedad llamada acidosis -o cetoacidosis, que de ambas maneras lo he visto escrito-, uno de cuyos síntomas es “tener acetona”. Pero la acetona no es la enfermedad en sí, sino un síntoma.) Por tanto, transcurridos cuatro o cinco días, podemos
hacernos un test de acetona en la orina con unas tiritas que se venden en las farmacias. Si el reactivo se vuelve púrpura, enhorabuena, estás adelgazando.
Por eso se denomina a ésta fase de inducción, porque se pretende inducir el estado de cetosis. Durante estas dos semanas no todo lo que se pierde es grasa, el glucógeno se almacena con agua
(un gramo de glucógeno, tres de agua), por lo que gran parte del peso perdido es agua que se elimina al quemar el glucógeno.
En ésta fase se elimina completamente los hidratos de carbono. Completamente quiere decir “casi” completamente. En realidad lo que se intenta es mantener una ingesta de 20 gramos de hidratos de carbono máximo al día.
¿Qué es lo que se come?
Sin más límite que tu hambre:
Carne, pescado y mariscos, de cualquier tipo excepto hígado y en cualquier cantidad que quieras.
Grasas de cualquier tipo: aceites, mantequilla, mayonesa, etc. También sin límite. Huevos, en la forma y cantidad que quieras.
Con cierta moderación:
Quesos curados o semicurados tipo manchego, emmentall y por el estilo, pero sin exagerar de cantidad.
Dos ensaladas pequeñas o una ensalada y una taza de verduras, que tengan menos del 10 % de hidratos de carbono, al día.
Para beber:
Agua, café descafeinado , té de hierbas (poleo, manzanilla, etc).
¿Qué es lo que NO se come?
Quedan absolutamente prohibidos :
El azúcar y derivados (miel, mermeladas, chocolates, etc).
Las Harinas de cualquier tipo y cosas que la contengan (Pan, pastas, pasteles, etc). Los cereales, el maíz, las legumbres y, de momento, la fruta y zumos de fruta.
Las patatas y las féculas en general.
La leche y en general todo aquello que tenga más del 10 % de hidratos de carbono
Incluiré una relación de contenido de HC en los alimentos en estas mismas páginas. De todas formas los libros de cocina buenos suelen llevar relaciones con las calorías y HC de los alimentos.
Puntualizaciones:
La leche queda prohibida (15% de Hidratos), pero se puede tomar algo de nata líquida con el café
(sólo 4 % de hidratos), pero sin pasarse.
La fruta, de momento también se prohíbe, pero luego se va incorporando en fases más suaves del régimen.
Huye de los embutidos, sobre todo los cocidos, a los que se añaden féculas y azúcares.
En la composición de los alimentos todo lo que termine en “osa” (fructosa, maltosa, dextrosa, glucosa, etc) es azúcar. Léete todas las etiquetas de lo que comas y te asombrarás de la cantidad de cosas que llevan azúcar. Desde la pasta de dientes a los chorizos pasando por las salsas y patés.
Nada de alcohol (de momento), ni de cafeína (viva lo lait).
Ojo con los chicles y caramelos “sin azúcar”, llevan sorbitol y manitol, son polialcoholes que se metabolizan como hidratos de carbono.
La idea es comer bien. Olvídate, de momento, de las cositas a la plancha y los trocitos
pequeños . Hazte las carnes y pescados como más te gusten: fritas, cocidas, en salsa…
Estas últimas sin harina, espésalas con nata líquida. No te pongas más límite a las cantidades que tu propia hambre, es decir: No comas sin hambre. Pero si dudas si tienes hambre o no, come. Las proteínas y las grasas tienen, afortunadamente, un enorme poder saciante y lo que comas de más ahora, lo recuperas al no tener hambre luego.
A éste respecto estáte atenta a tí mismo y verás como en pocos días tu apetito sufre una disminución. La causa es que, al no depender de lo que comes para tu suministro de energía, sino que tu cuerpo va quemando la grasa contínuamente, no tienes bajones de azúcar, por lo que no tienes crisis de hambre. Ésto lleva a que, casi sin darte cuenta, acabes comiendo menos de lo que solías comer antes. Hay detractores de la dieta que alegan que es una dieta de calorías encubierta, con la diferencia de que es el propio dietista el que disminuye las cantidades. No es cierto, pero si lo fuese, ¿No la convertiría eso en maravillosa? el hecho es que no padeces hambre ni te sientes limitado a la hora de comer.
Por el mismo motivo, no tienes bajones a media mañana o media tarde ni la necesidad de dormir una siesta después de comer…
Pasadas las dos semanas primeras y suponiendo que todo haya ido bien, hay que incrementar poco a poco el nivel de carbohidratos en la dieta. Para ello aumenta en cinco gramos diarios la cantidad de hidratos durante una semana. Si se mantiene la pérdida de peso y el test de acetona sigue danto positivo, puedes aumentar otros cinco gramos en la siguiente semana. Y seguir haciéndolo hasta que encuentres el punto en que el test deja de dar positivo y tú dejas de adelgazar. Éste es lo que Atkins llama Nivel Crítico de Carbohidratos y es distinto para cada persona. Ajustas
entonces tu dieta a un punto ligeramente inferior a ése nivel y ya está, has entrado en la segunda fase de la dieta.
LA FASE DE PERDIDA PROGRESIVA DE PESO:
Aquí poco hay que explicar. Se trata de mantenerse por debajo de ese punto en que sabemos que dejamos de adelgazar y ya está.
Esto que tan sencillo suena, puede ser complicado al principio. Necesitas ir comprobando, a base de intento y error, cómo reacciona tu cuerpo a cada aumento de la dieta. En ésta fase hay que ser tremendamente rígido con la dieta y controlar absolutamente todo lo que tomas, para saber seguro
cuántos hidratos estás comiendo. Si te equivocas y te pasas, lo que hay que hacer es volver al nivel de 0 gramos de HC hasta que vuelva a dar positivo el test de acetona y entonces aumentar los hidratos hasta el último nivel “seguro” conocido y volver a intentarlo. De todas maneras, ni tiene por que ser un mal viaje, mientras haces todas esas pruebas y demás estas aprendiendo cosas sobre tí mismo y, lo que es mejor, estas adelgazando y perdiendo volumen. Lo que yo te aconsejo, es aumentar las raciones y la cantidad de ingredientes de las ensaladas y verduras. Es lo más satisfactorio.
Hay que tener en cuenta que el cuerpo no es una máquina y no reacciona como tal. A veces se pierde más, a veces menos y a veces nada. En esta dieta gran parte de las personas tienen estancamientos, “atasques” los llamo yo, plateau le dicen los americanos. Según Atkins, no es un verdadero atasque hasta que no lleves varios meses pesando lo mismo y sin saltarte la dieta. De todas formas ya hablaremos sobre ellos y sobre cómo superarlos, más adelante. Al principio no son un problema, suelen suceder mucho más adelante, cuando ya has perdido bastante.
LA FASE DE MANTENIMIENTO:
Aquí tengo que hablar de oídas, porque nunca he llegado a pesar lo que quiero. Atkins insite en que ésto no es un régimen para adelgazar. Es una nueva forma de comer para toda la vida. Si has alcanzado tu peso y vuelves a traer a tu dieta y a tu vida todo aquello que te llevó a ser alguien obeso, volverás a serlo y con mucha más rapidez de lo que crees. Como te decía más arriba la obesidad no es fruto de tu gula. Es una enfermedad. Asúmelo y plantéate que estás obligado a seguir una forma de comer adecuada a tu cuerpo para toda la vida. La buena noticia es que se puede comer de maravilla sin sentir hambre ninguna y disfrutando de platos deliciosos. Piensa: si fueses diabético, por poner un ejemplo, tendrías que seguir un régimen para toda la vida, pero con el agravante de que cualquier infracción la pagarías muy cara… Siendo obeso, las infracciones tiene fácil remedio.
Lo que Atkins propone es aumentar un poquito más la ingesta de Hidratos, en forma de pequeñas
“alegrías” (una patata aquí, una tostada allá) y mantener un ojo contínuamente sobre la báscula. Previamene nos hemos marcado un peso límite, sobrepasado el cual volvemos al primer estadio de la dieta hasta haber vuelto al buen camino. Por ejemplo, si tu peso ideal es de 60 kg. pues adelgaza hasta los 58 y permítete pequeñas alegrías. Continúa pesándote todos los días y si sobrepasas los 62, por ejemplo, pues vuelve a la dieta dura hasta volver a pesar 58.
También quiero decirte que todo este rollo parece más lío de lo que es. Una vez que comprendes bien los principios en los que se basa, asumes qué alimentos puedes comer y cuáles no, y te haces con una buena batería de recetas, la dieta se hace muy fácil de llevar.
Vuelvo a insistir en que todo aquél que se decida a llevar ésta dieta debería leer el libro de Atkins. Y mejor aún encontrar un médico que no sea refractario a todo este asunto de los regímenes bajos en HC y se avenga a controlarte mientras haces el régimen. Este es un viaje a largo plazo, una nueva forma de vivirte a tí mismo y de relacionarte con los alimentos.
En fin, las palabras no han sido pocas, y espero no haberte despertado más dudas de las que te haya aclarado. Por supuesto estoy suponiendo que no tienes ningún problema médico ni nada por el estilo. Recuerda que yo no soy médico ni soy nadie para decirle a nadie lo que debe o no comer. Tan sólo puedo transmitirte mi experiencia con esta dieta y tú decides.
Te animo a probar dos semanas… y luego decidir. No tienes nada que perder: sólo el peso.
¡Ánimo!