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MASAJE EN PIES Y PIERNA

Si hay alguna parte de nuestro cuerpo que merezca una atención especial, ésa es el pie, Psicológicamente es el punto en que experimentamos muestro contacto con el terreno que nos sostiene. Es donde sentimos, si tenemos la suerte de tener esa vivencia, que estamos “arraigados”. Además, desde el punto de vista de los músculos y los huesos, es una pieza muy delicada y compleja. Si pudiera quitarse la piel, se encontraría con que la estructura ósea de cada pie está compuesta por 26 huesos distintos. Pero lo más importante para los que practicamos masaje, es el papel que desempeña dentro del sistema nervioso. En la planta del pie se encuentran concentradas, literalmente, miles de terminaciones nerviosas cuyos extremos opuestos están situados en todo el resto del cuerpo.Así podemos considerar el pie como un “plano” de todo el organismo. Ningún músculo, glándula u órgano (interno o externo) está desprovisto de un haz de nervios cuyos extremos opuestos no se encuentren anclados en el pie. ¿ Y esto qué significa? Sencillamente que al masajear el pie producimos un estímulo que afecta a todo el organismo. La correspondencia entre el pie y el resto del cuerpo es un asunto tan serio que se ha elaborado todo un sistema de diagnosis y curación a través del masaje del pie, llamado “terapia de zonas”.

Diremos algo más sobre esto más adelante. Baste por ahora saber que al masajear el pie, se está dando una especie de masaje “a distancia” en todo el cuerpo. Realice, por tanto, un buen trabajo, porque todo lo que haga allí tendrá mayores repercusiones.
Los toques para los pies se parecen mucho a los de las manos. Y, como también en esta última, se requiere poco aceite. Lo que le haya quedado en las manos después de masajear la pierna será más que suficiente.

1 Afirme el pie con la mano izquierda y masajee la planta con los nudillos de la derecha, empuñada. Describa círculos pequeños. Presione con fuerza. Cubra toda la planta incluyendo la zona correspondiente al talón.

2 Luego masajee la planta con las yemas de los pulgares. Afirme el pie con los otros dedos y trabaje con los pulgares describiendo pequeños círculos.

Nuevamente cubra toda la planta. Hágalo en forma lenta y minuciosa. Recuerde que hay miles de nervios que conectan el pie con el resto del organismo. Si trabaja en el suelo, encontrará que éste es uno de los toques que le presenta mayor dificultad. De todas maneras, el procedimiento siguiente le ayudará: siéntese con las piernas cruzadas, mirando hacia la cabeza, y haga descansar el pie o la parte posterior del tobillo sobre su propia pierna o rodilla. También puede colocar un almohadón o un cojín grueso que permita mantener la pierna levantada.

3 En seguida, trabaje la parte superior del pie, usando los pulgares en la misma forma.
Nuevamente proceda con vigor y minuciosidad. No deje ninguna zona sin masajear.
Cuando llegue a la mitad inferior del pie es decir, cuando se acerque al tobillo y talón le resultará más fácil usar las puntas de los dedos. Siga el contorno del hueso del tobillo -la protuberancia ósea que se encuentra a ambos lados- varias veces con los extremos de los dedos, trabajando ambos lados a la vez.

4 Cuando finalmente llegue al extremo inferior del talón, levante suavemente el pie con la mano izquierda y trabaje el borde exterior con las puntas de los dedos y el pulgar de la mano derecha. Presione con fuerza.

5 Luego, tal como lo hizo en la mano, descubra los largos y finos tendones que recorren el pie desde la base del tobillo hasta cada uno de los dedos. Deslice con fuerza el extremo del pulgar por cada una de estas depresiones ubicadas entre los tendones. Comience en la base del tobillo y termine en el borde carnoso entre los dedos. Como para la mano, puede, si. quiere, comprimir ligeramente este borde apretando el índice contra el reverso mientras el pulgar pasa por el anverso. Trabaje cada surco una vez.
6 Apriete el pie tal como lo hizo con la mano. Cójalo con las dos manos, con las palmas sobre la parte superior y los extremos de los dedos ejerciendo presión sobre el centro de la planta. Procure que las palmas se toquen, así como también los dedos.

7 Ahora los dedos mismos. Afirme el pie con la mano derecha. Coja la base del dedo gordo entre el pulgar y el índice. Luego tire suavemente hacia afuera con un movimiento de tirabuzón hasta que sus dedos pierdan el contacto.
Trabaje cada dedo en forma sucesiva.

8 Termine con el pie tal como lo hizo con la mano. Es decir, hágalo descansar entre sus manos, teniendo una palma apoyada sobre la planta y la otra sobre la parte superior, y quédese inmóvil durante unos segundos. Concéntrese en sí mismo y tome conciencia de su respiración. Imagínese que su inhalación llega hasta sus manos, transmitiendo la energía que circula por su cuerpo.

Yesica Flores

Soy Yes, blogger desde hace más de 5 años. Me he especializado en el viejo y olvidado arte de divagar