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Anorexia y Bulimia a través de la Medicina Funcional

El Dr. Alexander O. Krouham nos habla de: anorexia, bulimia y bulimarexia

El término desorden alimenticio incluye una variedad de problemas de salud, el más común de todos ellos es la obesidad, sin embargo, este calificativo generalmente se utiliza para designar problemas como anorexia, bulimia o la combinación de ambas – bulimarexia.

Anorexia y bulimia no son solamente privativos de la mujer, se pueden presentar también en el hombre, aunque el 90% de los casos ocurre en el género femenino. Se caracterizan por hábitos alimentarios anormales, que se convierten en el centro de atención de la vida del individuo y que dependen de un temor obsesivo a incrementar de peso, además de distorsiones en la percepción de la imagen corporal, pudiendo llegar al extremo en que a pesar de encontrarse prácticamente esquelética la persona se ve a sí misma como obesa. En consecuencia se afectan dramáticamente la calidad de vida del enfermo y sus familiares.

Sus causas son fundamentalmente psicológicas y socio-culturales. En el terreno psicológico los factores contribuyentes incluyen: historia familiar de depresión, alcoholismo, abuso sexual o trastornos alimentarios; autoestima baja, dependiente de la opinión de otros; temor a perder el control, con incapacidad para manejar los impulsos y falta de adaptación funcional a procesos de desarrollo y maduración como pubertad, relaciones familiares y con amistades, sexualidad, matrimonio y embarazo; personalidad perfeccionista e inestabilidad afectiva; acoso y maltrato proveniente de los compañeros en la escuela o el ámbito laboral; violencia física, emocional o sexual; y presiones familiares, que aunque pudieran ser bien intencionadas, pretenden modificar nuestra imagen corporal pensando que con ello mejorará la aceptación social sin entender que existe un impedimento físico para alcanzar esos ideales. El individuo siente que todos sus actos son producto de los deseos de otros y no de lo que ella(él) realmente quiere. Los trastornos alimentarios son una respuesta de rebeldía, un gran “NO”, que involucra todas las áreas de la vida, aunque con énfasis especial en la alimentación.

El tema socio-cultural pasa por el prejuicio contra la obesidad; el impacto nocivo de la mercadotecnia, que engaña al consumidor promoviendo el consumo de todo tipo de alimentos bajos en calorías, fomentando sentimientos de culpabilidad cuando se ingieren alimentos no percibidos como “sanos”; y la influencia negativa de los medios, que han creado patrones o imágenes irreales a las que muy pocas personas pueden aspirar.

Ante éstas circunstancias surgen frustración, sufrimiento y sensaciones de falta de pertenencia que la persona canaliza en diferentes formas a través de la alimentación, ya sea con un rechazo absoluto o, al contrario, con atracones descomunales. En anorexia se desarrolla un auténtico terror a los alimentos, dejando de comer por temor a subir de peso. En el extremo opuesto, los individuos con bulimia buscan en la comida una salida a su ansiedad incurriendo en grandes atracones que, sin embargo, motivan severos sentimientos de culpabilidad.  Tratando de eliminar lo que se consumió recurren a una variedad de métodos que van desde la auto inducción de vómito, el empleo de diuréticos para orinar en forma abundante, laxantes para generar diarrea o incluso hasta el suspender la aplicación de insulina en quienes padecen diabetes mellitus tipo 1, para inducir descompensaciones asociadas a excesos de orina y vómitos frecuentes.   

La edad más común a la que aparecen estos trastornos es entre los 12 y 19 años de edad, correspondiendo con una etapa de la vida caracterizada por inseguridades y la necesidad de aceptación por los pares.

No contamos con estadísticas certeras sobre la incidencia de estos trastornos debido a que la mayoría de los casos no se reportan o no reúnen todas las características clínicas para etiquetarlas. Lo que sí sabemos es que en los últimos 10 años ha aumentado la demanda de atención psiquiátrica para anorexia y bulimia en un 10%, aunque se ignora si esto depende de mayor frecuencia o de consciencia y diagnósticos más certeros.

Dependiendo del padecimiento de que se trate, con frecuencia no se logrará la curación permanente. Con tratamiento, el 60% de los pacientes se recuperan totalmente. El 20% sólo logra una recuperación parcial; su vida sigue girando alrededor de la comida y el peso y rara vez  logran tener carreras exitosas; gran parte de sus ingresos son gastados en libros de cocina, laxantes, clases de ejercicio y alimentos. El 20% restante no mejora ni aún con tratamiento; sus vidas desesperadas se concentran exclusivamente en el peso y la comida, llegando a la depresión, la soledad y sentimientos de impotencia y frustración. Frecuentemente alternan  épocas de agudización con períodos de aparente mejoría; la recuperación toma mucho tiempo, en promedio 5 años.

La mortalidad ocurre en el 10% de los casos. Las complicaciones más importantes emanan de la desnutrición y su impacto cardiovascular, renal e inmunológico. Además, suelen presentarse problemas como desmineralización de los huesos (osteoporosis) desde edades muy tempranas.

El Dr. Alexander O. Krouham recomienda…

La recomendación más importante, en particular para los padres, es estar alertas a variaciones en el comportamiento y respuestas emocionales de sus hijos, que pudieran representar que se encuentren sometidos a presiones extraordinarias. Es esencial tener apertura para reconocer la posible existencia de estos problemas y no negarlos, cualquiera puede presentar estos trastornos. No se trata de falta de carácter, voluntad o fortaleza, lo que para otros pudiera parecer como un capricho o rebeldía para el enfermo es un reto de proporciones gigantescas. En muchas ocasiones estas conductas son llamadas de auxilio, que debemos saber escuchar e involucrarnos en todas nuestras capacidades y sin emitir juicios descalificatorios.

¿Por qué existen las recaídas?

Si el tratamiento se limitó al manejo nutricional sin haberse abordado los desequilibrios psicológicos subyacentes será más probable que ocurran recaídas. No podemos pretender alcanzar la curación si no hemos desenmascarado los miedos, inseguridades y baja autoestima que ocasionaron el trastorno. No es infrecuente ver mujeres adultas que han hecho una vida, e incluso han tenido hijos, seguir afectadas y sufriendo por este flagelo. De ahí que el tratamiento deba de ser multidisciplinario, involucrando de manera coordinada a especialistas conocedores de estos temas en las áreas de psicología (psiquiatría cuando se requiera), nutrición y medicina.

Finalmente, ¿cómo podemos ayudar a las personas que sufren estas enfermedades?

Lo más importante es no juzgar, apoyar y entender que esta situación es consecuencia de algo más y que la persona requiere ayuda. Nuestra sola presencia y empatía tienen un gran impacto. Hacemos la diferencia participando para solventar las crisis, enfrentando los problemas médicos existentes, mostrando paciencia ante los retrocesos y empujando y alentando siempre para generar seguridad y fortaleza emocionales.

Yesica Flores

Soy Yes, blogger desde hace más de 5 años. Me he especializado en el viejo y olvidado arte de divagar